Estrenamos el blog con un tema de tránsito obligatorio en
nuestro breve tour por los terrenos de la psicología.
Un tema del que aún a día de hoy no tenemos una respuesta
firme, a pesar de haber sido uno de los más tratados a lo largo de la historia.
Fascinante a la par que desconcertante, me estoy refiriendo
al dilema de la consciencia.
Y es en este momento en el que nos hacemos la pregunta: ¿Y qué
somos?
Si bien esta pregunta podría dar para varias unidades de un
libro de texto de filosofía, yo me limitaré a daros un esbozo a partir de lo
poco que sé de Hª de la psicología y de lo poco que se sabe hoy en día del
sistema nervioso.
Empecemos.
¿Cómo nos configuramos como individuos?
Se podría considerar que pasamos al estadio de personas en
el 5º mes de embarazo, momento en el cual finaliza la neurogénesis (proliferación
de neuronas), empezamos a sentir y a desarrollar actos reflejos.
En este momento el cerebro ya es bastante similar al de un
adulto normal, y es cuando las madres empezarán a notar las típicas “pataditas”
en su estómago.
A partir de aquí el sistema nervioso proseguirá su curso
normal de maduración, el cual se fundamentará en la pérdida progresiva de
neuronas en desuso y en la reorganización de estas, hasta llegar a la formación
de una red neuronal estable.
La conformación de ésta dependerá en gran medida de la
actividad que se presente en el cerebro del niño durante sus primeros años de
vida, la cual, junto con su predisposición genética, determinará en gran medida
sus futuras habilidades y debilidades.
Una buena metáfora para entender lo que sucede con nuestro
cerebro durante estos años sería compararlo con un montón de plastilina. Durante
los primeros días, podremos darle la forma que queramos, pero conforme vayan
pasando las semanas la plastilina se irá secando y tomando una forma cada vez
menos maleable y quebradiza.
En nuestro caso, el moldeado sería la reconfiguración de
árboles sinápticos, y la cristalización sería la progresiva sustitución de
tejido cognitivo (sustancia gris) por tejido conector (sustancia blanca).
Todo esto no es sino otra muestra de la sobrecogedora
capacidad adaptativa que posee nuestro cuerpo, y que pone de manifiesto que, con
mayor o menor facilidad, las personas se pueden potenciar con los estímulos
adecuados.
Hemos abordado el cómo el sujeto configura su sistema
nervioso en tanto en cuanto a sus capacidades cognitivas, esto es: de
adaptación al entorno.
Sin embargo, hay un factor clave que hemos obviado (y
obviaremos, porque si no el post me quedará muy largo): la retención que se da
a lo largo de todo este proceso.
Los recuerdos pueden llegar a ser igual o más importantes
que todo lo anterior, y, como ya veremos en otro post, implican un gran número
de estructuras que en conjunto forman una maquinaria de lo más compleja.
Cognitivismo VS conductismo
A lo largo de su existencia el ser humano ha intentado siempre encontrar la razón última de su comportamiento de varias formas, las cuales, en el fondo (por lo menos en las que se intentaba constatar
empíricamente sus postulados), se han basado bien en intentar adentrarse en el mundo interior de cada persona, o bien en intentar predecir la respuestas posibles a cada estímulo.
Se podría decir que en este sentido las escuelas que más han
destacado, sobre todo por el legado que nos han dejado, han sido el conductismo
y el cognitivismo.
Sin embargo, ¿alguna de ellas planteaba las cosas de una
forma adecuada?
Bueno, lo cierto es que para lo que se sabía en aquel
entonces, y sobre todo teniendo en cuenta que no disponían de la tecnología
actual no lo hicieron nada mal, ya que han asentado gran parte de las bases del
estudio de la psique humana.
Sin embargo, el camino parece estar enfocado cada vez más al
estudio directo del tejido neuronal y a encontrar la relación de éste con nuestra
conducta.
Tanto es así, que llegado un futuro (esperemos no tan
lejano) en el que se invente una máquina capaz de visualizar nuestra
configuración sináptica, podríamos llegar a ser capaces de ver cada uno de
nuestros recuerdos, así como de predecir nuestra conducta ante cada estímulo.
De este modo, lo que antes era un misterio oculto tras la
individualidad que presenta todo ser humano (debido a su complejo desarrollo)
dejaría de serlo.
De cualquier modo, esto aún es un sueño por cumplir.
Por ahora, lo único que podemos hacer es seguir preguntándonos dónde se esconde ese "Yo", ya que lo más parecido a
esta fantasía de ciencia ficción serían las personas con un alto nivel de
empatía y capaces de ponerse en el lugar del otro.
Sin embargo, detrás de toda conducta hay un proceso
bioquímico que sustenta esta, por lo que aunque no haya ninguna prueba que lo
demuestre del todo, probablemente la consciencia no sea otra cosa que un producto de la
misma naturaleza, un conjunto en el que, como diría la escuela Gestáltica, el todo supera a la suma de sus partes.